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Sin discriminaciones

Lc 2, 22-40

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor (de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: “Todo primogénito varón será consagrado al Señor”) y para entregar la oblación (como dice la ley del Señor: “un par de tórtolas o dos pichones”). Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres (para cumplir con él lo previsto por la ley), Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel”.

José María Castillo www.somosiglesiaandalucia.net

1. En todo este relato se menciona hasta cinco veces la ley religiosa de Israel (Lc 2, 22. 23. 24. 27. 39). Jesús nació y fue educado en una religión de ritos, observancias y purificaciones sagradas. Pero luego propuso otra religión, no basada en ritos de purificación, sino en la humanización de las personas.

2. Según la ley de Moisés, la mujer quedaba impura por la menstruación y por el parto (Lev 12, 2-8). Por eso necesitaba ser “purificada”. Para así “presentar” al hijo primogénito (Ex 13, 1-2). Las religiones suelen discriminar a la mujer y dar preferencias al hombre. Jesús no hizo mención de estas discriminaciones. Y mostró notables preferencias por las mujeres, a las que siempre defendió, incluso cuando se encontró con mujeres que la religión consideraba pecadoras (Lc 8, 1-3; Lc 7, 36-50; Jn 4, 16-18; Jn 8, 1-11).

3. Las religiones centran sus preocupaciones en la “pureza”, mientras que son tolerantes con el (y apegadas al) “poder”, el “honor” y el “dinero”. El control de la sexualidad es lo mismo que tener a las personas sometidas desde lo más hondo del ser humano. Porque la religión vive sobre la base de la “mentalidad sumisa”.

Por María Consuelo Mas y Armando Quintana - 2 de Febrero, 2010, 9:33, Categoría: Comentarios al Evangelio
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