Mc 3, 31-35
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía centrada alrededor le dijo: “Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan”. Les contestó: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” Y paseando la mirada por el corro, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”.
http://www.somosiglesiaandalucia.net/ José María Castillo
1. Esta relato desconcierta a no pocas `personas. Porque da la impresión de que Jesús no trató con la debida atención a su familia, empezando por su madre. En realidad, el relato no se refiere para nada al afecto que se debe tener a la familia. El Evangelio plantea una cuestión mucho más profunda.
2. Las relaciones de familia no son libres. Nadie elige libremente los padres y hermanos que tiene. Además, se sabe que, en muchas culturas, las relaciones de pareja no se eligen libremente, ni son relaciones amorosas, sino que se imponen por conveniencias, sobre todo económicas. Por eso sabemos que las relaciones de parentesco, en unos casos, educan equilibradamente, mientras que a otras personas las desquician para siempre. Las violencias familiares son, a veces, aterradoras.
3. Jesús no hizo problema alguno ni del sexo, ni del celibato, ni del modelo de familia. Jesús puso el problema donde verdaderamente está: en la relación (entre personas) vivida en libertad, respeto, tolerancia, transparencia. Sobre todo, en la “relación pura”, basada en la comunicación emocional, en la que las recompensas derivadas de dicha relación son la base para que la relación continúe (A. Giddens). Este es el modelo de relación que tiene que producir la fe.