Jn 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo”. Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia, porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”.
José María Castillo
http://www.somosiglesiaandalucia.net/spip/spip.php?article1308
1. Al terminar el año, este texto magistral del evangelio de Juan nos plantea lo más profundo que encontramos en el Evangelio. Todo se puede resumir en este planteamiento: Jesús representa, para todos los seres humanos, no sólo el proyecto de establecer la “relación” del hombre con Dios, sino algo que es lo decisivo y determinante, la “unión” de Dios con el ser humano. En el ser humano, que fue Jesús, Dios se funde y se confunde con lo humano. De forma que, con toda razón, podemos hablar de la “humanización” de Dios.
2. Muchos cristianos no han pensado, quizá nunca, en la profundidad de lo que esto representa. Dios, por definición, es el Trascendente. Es decir, Dios no está a nuestro alcance, en cuanto que no lo podemos “conocer”. Pues bien, la genialidad del cristianismo está en que el Trascendente se ha hecho presente, visible y tangible, en un ser humano, en Jesús.
3. En esto consiste lo sorprendente del Evangelio: en la vida, en las costumbres, en las enseñanzas, en las palabras y en los hechos de aquel pobre galileo, que fue Jesús, conocemos a Dios, lo que le gusta a Dios, cómo es Dios y lo que Dios quiere, espera y promete a cada uno de nosotros. Aquí encontramos el sentido de nuestra vida. Y la esperanza de una historia mejor para la humanidad.
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