24 de Diciembre Jueves
Lc 1, 67-79
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno de Espíritu Santo profetizó diciendo: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro Padre Abrahán. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos en santidad y justicia, en su presencia todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor, a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte; para guiar nuestros pasos en el camino de la paz”.
Autor: José María Castillo http://www.somosiglesiaandalucia.net/spip/spip.php?article1299
1. El himno de Zacarías es el ideario de la espiritualidad de un buen sacerdote. En este caso, como se trataba de judío, estamos hablando de la espiritualidad de un buen sacerdote de Israel. Este buen sacerdote tiene, entre sus convicciones más firmes, la idea de la misericordia y la bondad de Dios, que salvará a su pueblo y le concederá el perdón de sus pecados. Se trata, por tanto, de una espiritualidad de esperanza y confianza en la intervención del Señor en la vida y en los problemas de la vida cotidiana de la gente.
2. Pero Zacarías ve todo eso - que es tan positivo - como lo podía ver un sacerdote israelita: limitado al pueblo elegido. Y además ve la salvación como liberación de “enemigos”, arrancando así el “temor” del “pueblo santo de Dios”. Una vez más, la religión, por boca de sus representantes oficiales, confiesa la división y los enfrentamientos que inevitablemente produce el hecho religioso, en cuanto hecho vivido por muchas religiones, que todas aspiran a ser la verdadera, y que por eso todas se suelen enfrentar mutuamente, creando enemigos y fracturas.
3. Si algo hay claro en los evangelios, es que Jesús se dio cuenta perfectamente de este problema. Y aunque hay textos evangélicos en los que Jesús se muestra como un buen israelita, también es cierto que Jesús superó la visión estrecha y limitada de las religiones. Precisamente por eso, desde el comienzo al fin, los evangelios son el gran relato de un conflicto mortal: el conflicto de Jesús con la religión, que antepone sus creencias y sus ceremoniales a la fuerza del amor y de la vida, que es lo que une a los seres humanos y los hace más felices.
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