(Mt 11,11-15): En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».
Jesús habla de un Reino donde todos son iguales desde Juan el Bautista a cualquiera de los nacidos de mujer, y recuerda que hay que hacer un esfuerzo para lograr esa realidad en la vida de cada día. Juan, denunciando lo impropio, lo injusto, lo desigual, lo que estaba mal, sufrió el castigo y la represalia, pero hizo lo que tenía que hacer.
Curiosamente hoy, cuando se proclama este Evangelio, en el mundo se celebra que han pasado 60 años, ayer mismo, en que nos dimos una carta de convivencia entre todos los humanos que se llama la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los 10 de diciembre celebramos esta fecha. Y decimos “curiosamente” porque el artículo primero de esta declaración dice así: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. " ¿No nos suena todo esto a Evangelio?
Suena a imaginarse un mundo donde todos podamos acceder a los bienes de la tierra que Dios ha creado para todos. Suena a un mundo donde los poderosos sirvan a los débiles fomentando la igualdad entre todos. Suena a un mundo donde los países sean libres y decidan su destino de acuerdo al bien común. Suena a un mundo donde la libertad, la igualdad y la fraternidad campen por sus anchas. ¿No es eso lo que hizo Jesús en su muestra de amor por todos y cada uno y en su enseñanza de aquel famoso “ámense unos a otros como YO les he amado”?. Suena a un mundo donde el hambre desaparezca, donde la equidad florezca, donde cada uno pueda vivir libremente en su país con su familia y arraigados en su historia. Suena a ética, a moral, a comportamiento digno y respetuoso. En definitiva, suena a Evangelio, con un lenguaje de hoy.
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