(Lc 21,34-36): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre».
José María Castillo en http://www.somosiglesiaandalucia.net/spip/spip.php?article1254
1. Lo último que Jesús les dice a sus discípulos y a quienes creen en lo que él dijo, es que cuiden, con vigilancia y oración, para que no se les “embote la mente”. Propiamente, lo que dice Jesús es que no dejen que se les opriman o se les sobrecarguen (“barethôsin”, de baréo, “abrumar”, “oprimir”) los corazones (“kardíai”). Todos, en efecto, tenemos el peligro de pasar por situaciones o, lo que es peor, orientar nuestra vida de forma que el corazón se embote. Y cuando el corazón se embota, con ello la mente se incapacita para ver lo que realmente nos ocurre. Nada influye tanto en la mente como los afectos y sentimientos que ocupan y cargan el corazón.
2. Pero Jesús dice más. Lo que embota el corazón y la mente es la postura, la opción fundamental, del que sólo piensa en sí, en su propio bienestar y disfrute de la vida, de los placeres y del dinero que los puede costear. De sobra sabemos que eso nos incapacita para ver nos por dentro. Y para ver lo que realmente nos conviene. De eso es de lo que Jesús nos previene. Porque un individuo que va así por la vida es un peligro para sí mismo y para todo el que se roce con él.
3. Si Jesús dice esto, no es para amargarnos la vida. Ni para reprimir lo que nos hace felices. El problema está en distinguir con cuidado que una cosa es la diversión y otra cosa es la fiesta. En la fiesta compartimos la felicidad. En la diversión alimentamos el burdo egoísmo del que sólo piensa en sí. Y eso lo que embota el corazón y la mente. Y lo que nos impide ver la realidad.
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