(Mc 12,1-12): En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó.
»Envió un siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los frutos de la viña. Ellos le agarraron, le golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros. Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero aquellos labradores dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia’. Le agarraron, le mataron y le echaron fuera de la viña.
»¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta Escritura: ‘La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?’».
Trataban de detenerle —pero tuvieron miedo a la gente— porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y dejándole, se fueron.
La tradición cristiana nos narra que cuando el Templo estaba siendo construído, hubo una piedra que por su singular forma, no pudo ser colocada en ningún lugar y fue desechada a los escombros: "Piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra de ángulo", o, más exactamente, "en cabeza de ángulo" (caput anguli) ". Este es el origen de la "Piedra Angular", que más que ser una de las cuatro piedras de esquina, es la "clave o cabeza de bóveda”.
A Cristo se le llama a la vez "piedra de esquina", o más literalmente "Piedra Angular", significando con ello que es la cabeza que sustenta el edificio de la Iglesia como Cuerpo de Cristo o comunidad de creyentes. Es el centro de la vida de la comunidad, el punto de referencia. Nosotros somos como arrendatarios de ese edificio que hemos de dar frutos, al igual que lo ha dado el que ejemplo nos ha dado.
En repetidas ocasiones aparecerá el símbolo de la piedra. No solo Jesús. También Pedro e igualmente nosotros. Acerquémonos nos dice Pedro al Maestro que es la piedra vida, desechada por los hombres, pero elegida y preciosa ante Dios. Y nos recuerda que nosotros, como piedras vivas, tenemos parte de la construcción de un edificio espiritual en medio del mundo a través de nuestros signos, comportamientos, acciones y conductas.
En otro lugar del Evangelio se nos dice también: "Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca"
La reflexión que se nos sugiere hoy es intentar descubrir cuál es el cimiento donde estamos edificando ese edificio espiritual. Si el cimiento es el Maestro, su persona, sus enseñanzas, el edificio resistirá los embates y embestidas, el viento y los oleajes. Con ese cimiento bien aderezado en nosotros, la confianza y serenidad interior deben brillar en nuestras vidas.
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