(Jn 12,44-50): En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí».
Lo repite sin cesar: ha venido para salvar al mundo, no para condenarlo. Por eso su misión es iluminar, guiar, dar luz. E igual la de los que le seguimos. Pensar si estamos siendo luz, y cuales son nuestras luces ante los demás y ante nosotros mismos sería una reflexión que nos pudiera ayudar a crecer como personas.
Hoy hacemos esta reflexión de manos de una amiga común en la red – Kary Rojas, de quien seguramente hemos leído mas de uno de sus textos. Comentando ese aspecto de nuestra vida “LUCES Y SOMBRAS”, ella nos aporta lo siguiente:
“Así como existe el día y la noche, lo blanco y lo negro, el frío y el calor… en los seres humanos hay luces y sombras, que muestran y ocultan, lo que queremos que otros vean y descubran, o por el contrario, esconcen lo que intentamos proteger o callar.
Hay luces que encandilan, son los destellos de todo aquello que pretendemos quizás hasta aparentar; más que iluminar, enceguecen, cuando aparecen, los demás intentan evitarla, desviando su mirada hacia otro lugar.
Otros tienen miedo de encender su luz, saben que son poeseedores de ella, tímidamente algunas veces la muestran o la esconden bajo la mesa, donde no logra dejar salir su valor, pasa desapercibida, quiere ser descubierta, iluminar a otros, pero la vence el temor, se sienten cansados, porque experimentan que sus fuerzas desgastan en vano…
Están las personas que brillan con luz propia, aquellas que sin mucho esfuerzo y con naturalidad, logran dejar salir su carisma y lo que son; saben iluminar los caminos por donde van; no pasan desapercibidas, siempre son recordadas, y aunque dar luz implique entrega y desgaste, lo hacen con tanto amor, que superan cualquier brisa o huracán que intente su luz apagar.
Pero así como hay cosas que pretenden ser vistas y descubiertas, hay muchas otras que prefieren ocultarse en lo más profundo, donde nadie las vea; temores, emociones, reacciones, frustraciones, sentimientos… y las sumergimos en lo más oscuro de nuestro ser, o cuando las vivimos, nos apartamos donde nadie las pueda ver.
Esas son nuestras sombras, todo aquello que preferimos nunca decir ni mostrar,; lágrimas que se escapan, tristes, vacíos, soledad; amores callados, experiencias del presente o del pasado, fobias o temores, así como todo aquello que pueda dar muestra de fragilidad. Sucede también muchas veces, que por miedo a no ser valorados, o quizás por ignorar los tesoros que se nos han dado, sentimos que nuestra luz se ha apagado, y la convertimos en sombra, enterrándola en lo mas profundo de nuestro ser, hasta llegar nosotros mismos a olvidarnos de muchas cosas hermosas que hemos de poseer.
Has pensado: ¿cuáles son tus luces y tus sombras? ¿cómo puedes hacer de tu sombra una luz” (Kary Rojas)
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