(Jn 6,22-29): Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan. Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús.
Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron: «Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».
Lo importante no son las acciones espectaculares, sino el trabajo y la voluntad puesta en el quehacer diario y hecha con buena intención, desde el interior: La obra de Dios es que crean en quien el ha enviado. Sin esa disposición que es lo central nos quedaremos en lo caduco, en lo superfluo, en lo que hoy aparece y mañana no.
Le estaban buscando digamos que como estómagos agradecidos que ven en El remedio y solución a sus problemas. En el fondo le confunden con una especie de Mesías político y social. Y aunque su mensaje tiene consecuencias sociales y de creación de nuevas estructuras de justicia y libertad en nuestro mundo, parte y se enfoca desde una actitud interior de vida nueva que busca el bien de la humanidad. Lo suyo es formar un nuevo pueblo que sea capaz de sentarse en torno a una misma mesa y compartir desde lo que se vive, posee y se disfruta. La gente se fijaba solo en los panes que habían sobrado. El espectáculo social es lo que les estaba motivando, y el Maestro les llama su atención. Por eso durante un tiempo no se deja ver por ellos mientras le siguen buscando. Pues la actitud de búsqueda es la que nos dará la respuesta para encontrarle donde debemos hallarle.
Solo les faltó amotinarse. Como nosotros, que tantas veces confundimos el cristianismo y la búsqueda de lo espiritual con una agencia de seguros, como si fuera una póliza firmada, yo pago las primas tú me indemnizas en el accidente. Como nosotros que en ocasiones buscamos el provecho propio en la amistad con los demás. Son las tentaciones de siempre, que siempre hemos de superar con el trabajo interior de cada día
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