(Jn 3,31-36): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehusa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él».
Inspirarnos más allá de la realidad inmediata. Buscar las cosas de arriba. Ampliar las perspectivas de nuestro horizonte. No todo se acaba donde terminan nuestros análisis. El que cree tiene vida eterna. La vida no se reduce a cenizas. No podemos complacernos en nosotros mismos. Hemos de buscar la “locura” (para muchos) de la trascendencia. No importan las solemnidades del momento, es necesario vivir más intensamente, con el interior pleno. Menos vacío, más encuentro que nos llene con los demás y el misterio. El silencio queda vencido. Porque aquel a quien Dios ha enviado, da el Espíritu sin medida. La vida que se nos ha dado no ha hecho más que comenzar. No somos simplemente de la tierra. Hemos de seguir viviendo en ella, hablando de ella y transformándola, pero con horizontes amplios de vida para siempre, de espíritu vital para toda la humanidad. Y eso que vivimos y hablamos manifiesta lo que somos y lo que queremos. Atentos, pues, a lo que sale de nuestro interior.
Viviremos con valentía, sin caer en el silencio de los cobardes. Hablaremos danto aliento y creando a nuestro lado la ilusión de vivir y seguir trabajando. Nos olvidaremos del pesimismo y ya no lo contagiaremos. Crearemos diálogo, buscaremos los puntos de acuerdo, sabremos reconciliar, nos olvidaremos de las ofensas, trabajaremos por la paz. Es fruto del corazón, de lo que sale de dentro, pero tiene que salir y expandirse. Para acabar con las cenizas que se esfuman en una mirada terrena que solo llega a una distancia que puede medirse. Seremos más bien eco de la vida eterna.
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