(Jn 3,1-8): Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él». Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios». Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?». Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu».
Va de noche a encontrarse con Jesús. No se le apetecía que le vieran sus compañeros. Era todo una autoridad. No estaba bien visto relacionarse con el Maestro. Puede que tampoco hoy sea un motivo como para quedar bien. Suele verse raro que personas con cultura, con formación, con autoridad o poder social o político frecuenten su trato. Como si les faltara algo por descubrir. Y seguimos yendo de noche.
Por otra parte el magistrado no entiende que haya que nacer de nuevo. Hay un ser espiritual por reconstruir, y que tiene que edificarse sobre lo material que ya existe en nosotros. Será una tarea interminable. Habrá que vestirse, como advierte Pablo, de “ternura entrañable, de agrado, de humilde, sencillez, tolerancia, perdón y amor mutuo”, hasta que podamos decir aquello de “no soy yo, es Cristo quien vive en mí”. Como un artista que, con el modelo delante, va dando golpe tras golpe, buscando lograr un parecido. Eso sí, con la fuerza transformadora que nos viene de su Espíritu que nos ayudará a ser hombres y mujeres nuevos. Tolstoi, hablando de su conversión decía: “¡Cómo ha cambiado mi vida! Todo lo veo de distinta manera. Lo que antes me parecía sin importancia, ahora me apasiona, y lo que antes me apasionaba fuertemente, ahora me deja indiferente”. Repasemos, pues, cada uno nuestra experiencia en esta materia, hemos de seguir puliendo ese ser nuevo en cada uno de nosotros. Porque hay que seguir naciendo de lo alto, es decir naciendo del Espíritu
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