(Mt 9,14-15): En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán».

Unas veces nos habla de cruz, de negación. En otras ocasiones, nos habla de fiesta, de boda, de celebración. Así es Jesucristo. Como la vida misma. Donde todo se combina, como los colores del arco iris, para dar prestancia y naturalidad a nuestro quehacer como seguidores suyos. Aún, cargando la cruz, no cabe tristeza ni pesar, la alegría habrá de ser la nota dominante, pues el novio sigue en la boda, y la boda no se ha parado, el Reino sigue construyéndose día a día con la fuerza de Dios y el trabajo y colaboración de cada uno de nosotros.
Y cuando toque ayunar seguiremos en la misma línea, porque ya nos advierte Isaías de cual es el ayuno que le gusta a Dios: «Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres y peregrinos mételos en tu casa; cuando vieres al desnudo, cúbrelo; no los rehuyas, que son hermanos tuyos. Entonces tu luz saldrá como la mañana, y tu salud más pronto nacerá, y tu justicia irá delante de tu cara, y te acompañará el Señor» (Is 58,7-8).
La idea del ayuno verdaderamente cristiano nos la explica también Casaldáliga, quien nos dice que no es sólo mortificación para multiplicar nuestros propios méritos, sino ocasión para compartir. Ayuno de tiempo y preocupación por uno mismo y su entorno, para preocuparse por los demás; para acompañar a personas solas y enfermas. Ayuno de consumo para compartir con los necesitados. Ayuno de palabras ofensivas, de murmuraciones y chismorreos para compartir palabras de aliento y consuelo, de apoyo, de anuncio del Evangelio. Ayuno de palabras para poder escuchar. Para cada uno el ayuno consiste en algo distinto. Depende también de las circunstancias personales o sociales en que nos encontremos. Pero siempre es autocontrol, siempre es apertura, siempre es donación, siempre es acogida. Y hablando de acogida hablamos también de acogida a los colectivos más vulnerables, como son los inmigrantes. Estos días diversas comunidades cristianas han manifestado su opinión en defensa de la hospitalidad ante los intentos del proyecto de modificación de la ley de Extranjería, en uno de cuyos artículos se contempla la posibilidad de multar a aquel que ayude, acoja, dé comida o asistencia a una persona que no tenga papeles (ver en este sentido: http://bajomilenguaje.blogspot.com/2009/02/colectivos-eclesiales-desobediencia.html ) . Por todo ello, ayunar siempre habrá que hacerlo en un ambiente y contexto festivo, como el de una boda, pues el novio sigue entre nosotros.
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