(Mc 3,1-6): En aquel tiempo, entró Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra Él para ver cómo eliminarle.
Estos días pasados el evangelio nos ha estado anunciando la novedad de Jesús, el Señor, el contenido nuevo que imprime a nuestra relación con Dios y que El viene a introducir. Es como estar acompañando al novio en su boda. Es un vino nuevo que no puede ser introducido en odres viejos, sino nuevos. Somos los amigos del esposo, llamados a una vida nueva, donde el ayuno, la penitencia, el sacrificio, no tienen sentido por si mismos sino como medios y expresiones en momentos determinados de la vida. Por eso es capaz de subvertir el orden establecido, y poner a las personas como lo principal y más importante, mucho más que las normas y los preceptos, de tal forma que el sábado es para el hombre, y no el hombre para el sábado. No pasa nada, pues, con arrancar espigas o con sembrar en un sábado, nos señalaba en el texto de ayer. Lo importante es el servicio a los demás y cubrir las necesidades de los otros. Son las cosas para las personas, y no al revés, nos viene a decir la novedad de Jesús.
Por eso en el texto de hoy nos insiste en el mismo mensaje, y ante el estupor de los fariseos, cura a una persona en el día del sábado. “Con su acción, Jesús libera también el sábado de las cadenas con las cuales lo habían atado los maestros de la Ley y los fariseos, y le restituye su sentido verdadero: día de comunión entre Dios y el hombre, día de liberación de la esclavitud, día de la salvación de las fuerzas del mal. Nos dice san Agustín: «Quien tiene la conciencia en paz, está tranquilo, y esta misma tranquilidad es el sábado del corazón». En Jesucristo, el sábado se abre ya al don del domingo”, nos dice Joaquim Meseguer en su comentario de hoy en evangeli.net
Revisar nuestras actitudes ante los ritos, normas, costumbres nos puede venir bien en estos días en que nuevos gestos, nuevas formas de vida, nuevas culturas emergen en el horizonte de nuestro mundo. El criterio no es la práctica rutinaria de lo que siempre se ha hecho, sino el bien de las personas y la práctica de los valores establecidos por el Evangelio como un orden nuevo, donde el vino nuevo hay que ponerlo en odres nuevos. No valen los odres viejos.
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