(Mc 2,13-17): En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a Él, y Él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?». Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
Escandaliza a la gente, porque se sale de lo habitual y normal en sus costumbres. No todo lo que cambia, no todo lo que vemos diferente en nuestro tiempo, no todo lo que nuestros hijos nos traen a casa con sus palabras y contenidos es negativo porque se salga de nuestras costumbres normales, podría ser como una primera lección del texto de hoy. Jesús vino a traer vino nuevo, a traer fuego para que ardiera la tierra, a anunciar y proclamar un cambio. Todos los seres pensantes nos han dicho siempre que el mundo está en evolución, en cambio, en dinamismo. Desde lo fundamental que el Evangelio nos proclama, el amor a Dios y a la humanidad, ojala sepamos abordar los cambios en actitudes, comportamientos, costumbres, contenidos y que van en el derrotero del progreso social y humano, sin ir contra lo fundamental que para los creyentes es lo anterior, y para todos los seres humanos, independientemente a sus creencias o no, son los derechos y libertades fundamentales que nos hemos dado.
Desde esas consideraciones hoy, pues, contemplamos como la mesa de Jesucristo está abierta a todos, también a aquellos de los que los religiosos de aquel entonces se escandalizaban como los pecadores, las prostitutas, los cobradores de impuestos, los gentiles, la gente de mala fama. No importan las normativas legales de pureza legal. No es lo que entra de fuera adentro lo que nos mancha, sino lo que sale de dentro hacia fuera lo que mancha el corazón del hombre. Y donde quiera que haya amor, allí está el Señor. Es el criterio de calidad para saber hasta donde podemos llegar en lo que llamemos progreso, desarrollo, evolución, dinamismo. Sin ser jueces, sin sentirnos superiores, sino solo desde la calidad que nos da el saber que donde hay amor, allí está Dios.
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