(Jn 1,19-28): Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».
Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
Anuncio a uno que viene detrás de mí. El testimonio, el ser testigos de Jesús es una constante en las llamadas que nos hace el Evangelio, y, en este caso, vemos como aparece desde el comienzo del evangelio de Juan. Y además en medio del desierto, donde parece que el agua no surtía efecto, donde los frutos de la naturaleza no se veían, en territorio del hoy llamado Próximo Oriente, donde en estos momentos se anuncian y realizan calamidades de unos contra otros, pero donde sufren los más pobres, los civiles, los niños, los que tienen medios a su alcance.
Combatir la pobreza y lucha por la paz, era el leit motiv de la jornada mundial de la paz que celebrábamos ayer, como primer día del año, en la iglesia de todo el orbe. En su mensaje de ayer, el Papa habló de la violencia, el odio y la desconfianza como las formas de pobreza que hay que combatir en el día de hoy e hizo un llamamiento a que se restableciera la paz en la franja de Gaza en Palestina.
El Papa señaló que en el Día Mundial de la Paz la pobreza impide que las personas y las familias vivan de acuerdo a su dignidad, “ofende a la justicia y a la igualdad y pone en peligro la coexistencia pacífica”. El Pontífice precisó que es necesario evaluar el fenómeno de la globalización y que frente a pandemias extendidas, la pobreza infantil y la crisis alimentaria, “lamentablemente” volvemos a denunciar la “inaceptable carrera de armamentos”. “Por un lado -matizó- celebramos la Declaración Universal de los Derechos Humanos y, por otro, está el aumento de los gastos militares en violación de la Carta de las Naciones Unidas, que se compromete a reducirlos al mínimo”.
El Papa distinguió la pobreza que existe en el mundo y la opción propuesta por Jesús, quien encarnó “una revolución pacífica, no ideológica, pero sí espiritual”, de la lucha contra la pobreza para hacer que el mundo sea más justo y unido. Ese Jesús que preconiza esta paz es de quien San Juan nos habla recordándonos en estos días que “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. Dejemos que acampe de verdad en este año 2009, y de forma especial en todos aquellos pueblos que sufren en este momento las señales de la violencia bélica.
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