(Mt 21,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».
No se puede esperar con los brazos cruzados, mirando correr el viento. Se espera trabajando. Se espera acelerando y motivando lo esperado. El Adviento es una llamada a la esperanza activa, por eso no se puede quedar la viña sin operarios ni nosotros sin trabajo. No bastan tampoco las buenas palabras o intenciones, sino que hay que traducirlas en la práctica de las buenas obras y del quehacer cotidiano. Es una constante del Evangelio que recientemente nos recordaba en uno de sus trozos. Fe, pero con obras. Por eso, lo importante no es aparecer ante los demás como buenos y diligentes, sino ser activos de verdad y poner en acción lo aprendido; de ahí aquello de lo que hoy se nos advierte, que los publicanos y las rameras pueden llegar antes que nosotros. Basta que en un momento decidamos poner en práctica lo que sabemos y se nos ha manifestado. No importan historias anteriores. A cada día le basta su afán, eso de vivir el momento viene ya de una máxima evangélica.
Recientemente un programa de televisión ponía a prueba a los transeúntes que pasaban al lado de una persona botada en la calle, harapienta, necesitada, y todos seguían de largo, el que más se paraba a mirarla de reojo. Esa misma persona tendida en el suelo, con visos de haberle pasado algo, pero bien vestida, limpia, aseada, recibía ayuda del primer viandante que caminó a su lado parándose todos los siguientes a socorrerle. Vivo ejemplo de lo que nos puede pasar a nosotros que sabiendo que lo del amor a los demás es condición sine qua non, pasamos de largo ante problemas personales y sociales.
¿Esperamos al Mesías? ¿Deseamos que Jesús siga naciendo? ¿Aspiramos que la Navidad que sea todos los días? ¿Vivimos el Adviento? Hemos de hacerlo de forma activa, sin dejar de trabajar, no basta con mirar y otear el horizonte, como quien contempla un hermoso paisaje. Su belleza está a nuestro lado y en nuestro interior
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