(Mt 11,11-15): En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga
Los que se esfuerzan, los que renuncian a si mismos es decir a su egoísmo, capricho o similar, los que se entregan generosamente, los que están siempre prestos a dar, a conquistar generosidad, esos son los violentos de que habla el Evangelio, pues para todo ello muchas veces tenemos que ir contra nosotros mismos.
Y nos pone como ejemplo a Juan el Bautista, la figura señera del Adviento. Hablar de su persona es como hablar de desierto, de condiciones de dureza en su vida, de austeridad, humildad y penitencia, de pasar sin ser visto para anunciar el camino y el paso de otro mucho más importante. ¿No era eso también hacerse violencia interior?
Y conectando la llamada a lo personal con la llamada social a la que nos impele también el Evangelio pues de alguna manera la crisis social y económica que vivimos nos da pie para intentar cambiar de rumbo. Es como una nueva oportunidad a la que debemos aspirar. Oportunidad para cambiar de paradigma, por decirlo en palabras de Frei Betto: “Menos consumismo y más modestia en el estilo de vida; menos competitividad y más solidaridad entre personas y tareas; menos obsesión por el dinero y más por la calidad de vida”. Si algo bueno pudiera deducirse de la crisis es precisamente la oportunidad de empezar a caminar en el horizonte de que verdaderamente los derechos humanos dejen de ser esa asignatura pendiente de la humanidad. Mientras no estén presentes en la historia de cada día de la humanidad, siempre habrá algún lugar o algunas personas donde la paz, la justicia, la libertad estén ausentes. Y estando ausentes estas actitudes o situaciones de nuestra sociedad, nos queda que caminar por construir el Reino que el Bautista anunciaba y que Jesús inaugura.
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