(Lc 21,29-33): En aquel tiempo, Jesús puso a sus discípulos esta comparación: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».
Mientras nos preparamos para comenzar el Adviento y agilizar en nosotros la Navidad de cada día, sin olvidarnos de que la higuera tiene que seguir dando sus frutos y como sus palabras no pasarán, lo hacemos con un Padre Nuestro de estos tiempos y de todos, claro está. El que poemizó Gloria Fuertes, porque queremos seguir saliendo a los caminos de la tierra ofreciendo el reverdecer permanente de los frutos de nuestras cosechas:
Que estás en la tierra, Padre Nuestro, que te siento en la púa del pino, en el torso azul del obrero, en la niña que borda curvada la espalda mezclando el hilo en el dedo.
Padre nuestro que estás en la tierra en el surco, en el huerto, en la mina, en el puerto, en el cine, en el vino, en la casa del médico.
Padre nuestro que estás en la tierra, donde tienes tu gloria y tu infierno y tu limbo que está en los cafés donde los pudientes beben su refresco.
Padre nuestro que estás en la escuela de gratis y en el verdulero, y en el que pasa hambre y en el poeta, ¡nunca en el usurero!
Padre nuestro que estás en la tierra, en un banco del Prado leyendo, eres ese Viejo que da migas de pan a los pájaros del paseo.
Padre nuestro que estás en la tierra, en el cigarro, en el beso, en la espiga, en el pecho, en todos los que son buenos.
Padre que habitas en cualquier sitio. Dios que penetras en cualquier hueco. Tú que quitas la angustia, que estás en la tierra,
Padre nuestro que sé que te vemos los que luego te hemos de ver, donde sea, o ahí en el cielo.
Gloria Fuertes (1918-1998)
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