(Lc 17,20-25): En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús cuándo llegaría el Reino de Dios. Él les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: ‘Vedlo aquí o allá’, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».
Dijo a sus discípulos: «Días vendrán en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: ‘Vedlo aquí, vedlo allá’. No vayáis, ni corráis detrás. Porque, como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero, antes, le es preciso padecer mucho y ser reprobado por esta generación».
También los judíos contemporáneos de Jesús esperan la llegada del Reino, un reino político, sí, un Mesías de gran relevancia y fuerza social, a la vez que los discípulos sufren la misma equivocación. Y por esa idea que tienen, no entienden las palabras del Maestro que les ha dicho en alguna ocasión "mi Reino no es de este mundo".
Cómo es el Reino de Cristo, lo cantamos a veces en la liturgia y decimos, "es un Reino de verdad y de vida, de justicia, de amor y de paz".
Y ese Reino, el Reino de Dios, existe donde reinan los valores humanos, que son al mismo tiempo divinos (las bienaventuranzas), allí donde las personas viven con dignidad y grandeza moral, que es donde se vive el amor y con amor.
No viene en días especiales. Está ya entre nosotros, pero con espíritu de servicio y de amor hay que construirlo. Es un poco duro en muchas ocasiones, por eso se habla de que tendremos que padecer y ser reprobados. Es sufrir un poquito en ocasiones. Como los mozos de equipaje que nos habla José Luis Martín Descalzo:” Todos los que sienten vocación de servicio- sea cual fuere su profesión- son un poco mozos de equipaje. Y que todos sienten esa extraña mezcla de cansancio y de alegría. Al fin me parece que en la vida no hay más que un problema: vives para ti mismo o vives para ser útil. Vivir para ser útil es caro, fecundo y hermoso. Pues en el fondo todos somos egoístas. Al fin y al cabo, ¿qué queremos todos sino ser queridos? Por mucho que nos disfracemos, nuestra alma lo único que hace es mendigar amor. Sin él vivimos como despellejados. Y se vive mal sin piel. Por eso el mundo no se divide en egoístas y generosos, sino en egoístas qu ese rebozan en su propio egoísmo y en otros egoístas que luchan denodadamente por salir de si mismos, aun sabiendo que pagarán caro el precio de preferir amar a ser amados”. Sí, se paga caro construir el Reino, cuesta esfuerzo, hay que padecer y en ocasiones ser reprobados
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