(Lc 8,19-21): En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».
Si ha habido una persona a lo largo de la historia que ha sabido escuchar y cumplir la Palabra de Dios, es María de Nazaret, la madre de Jesús. La conservaba y meditaba en su corazón, y de Ella se dijo “dichosa tu que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.
Por eso, recogiendo esta manera de obrar de su madre, es normal lo que Jesús dice hoy en el texto que se nos presenta a la reflexión. Si escuchamos su Palabra y la cumplimos, seremos de su familia, es decir nos pareceremos un poco más a su madre. Por ello, cantamos también lo del Santa María del Amén. Del decir, acepto, cumplo, estoy de acuerdo con lo que me propone el plan del Padre.
San Agustín comenta el episodio de hoy diciendo: "Les suplico que escuchen lo que el Señor tuvo que decir cuando extendió sus manos a sus discípulos...:'Aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre'. De esto ¿vamos a entender que la Virgen María no hizo la voluntad del Padre?...En verdad ella hizo la voluntad del Padre, y para ella era más grande ser discípula de Cristo que ser su madre. Hay más alegría en ser su discípulo que en ser su madre".
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