(Lc 8,1-3): En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.
¿Cómo interpretar el Evangelio de hoy? No cabe duda que podemos hacerlo desde muchas perspectivas comenzando por la tarea de la evangelización que parece ser el mensaje central.
Sin embargo, llama la atención que la mayor parte del texto se dedique a indicar nombres propios de mujeres que seguían a Jesús en aquel tiempo. Y de alguna manera este hecho nos vuelve a la eterna cuestión del papel de la mujer en la sociedad de entonces y de ahora, en la comunidad cristiana de ayer y de hoy. Que se destaque el hecho es ya significativo en una sociedad donde la mujer era un cero a la izquierda, y donde lo ha sido hasta hace poco en todas las legislaciones de los países hoy más adelantados.
Que el poco protagonismo dado a la mujer en la vida real de la comunidad creyente pueda estar marcado por la lectura social a muchos no nos cabe duda. Que si las mujeres que hoy viven, practican, secundan y hacen posible la comunidad de los creyentes la abandonara, se notaría con una visibilidad abrumadora es otra realidad. Que siguen relegadas a papeles no protagonistas en su más pura esencia en la comunidad eclesial es otra realidad. ¿Son razones estrictamente teológicas que dependan de la Revelación? ¿O son razones meramente culturales cuyo hecho ha sido interpretado como un deber ser? Dejemos la discusión a los teólogos. Sospechamos que en un futuro no muy lejano las conclusiones puedan ser diferentes a aquellas a las que hemos llegado hasta hoy.
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