(Mt 24,42-51): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre. ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el señor puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su hacienda. Pero si el mal siervo aquel se dice en su corazón: ‘Mi señor tarda’, y se pone a golpear a sus compañeros y come y bebe con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el rechinar de dientes».
“Nosotras no nos planteamos por qué tomó este avión o por qué no vino directamente a Canarias desde Africa. Era su momento. Era la hora que Dios le llamó”, así se expresaba una religiosa en el entierro de un sacerdote canario víctima también del grave accidente aéreo de estos días pasados en Madrid. Una respuesta fiel reflejo del Evangelio de hoy: “como ladrón que no avisa”. O como nos enseñaron nuestros abuelos “nadie muere la víspera”. Solo hay que seguir el camino cada día, a diario, enlazados con los criterios y mentalidad que nos hacen fuertes, que son los criterios del Evangelio, nuestra actitud de fe, y la conciencia del don recibido por parte de Dios.
Eso sí, en medio de ese camino, hay algo claro: no podemos avasallar a nadie, ni torturar, ni condenar, ni enjuiciar. Solo cabe el amor, la solidaridad, la defensa de la libertad y la justicia, la práctica de la igualdad. Todo lo contrario sería una hipocresía por nuestra parte. Vivir así, en el día a día, aceptando fallos y errores, es caminar con la preparación debida. Estemos, pues, preparados, sabiendo que detrás de la acción está también la fuerza de la oración que nos impulsa al quehacer continuo. El está a la puerta y llama, y sigue llamando. Nosotros debemos andar con los reflejos necesarios para descubrir esas llamadas que surgen en todo momento y de la forma más sencilla. Porque eso son también venidas del Señor, no solo la definitiva en el momento de nuestra despedida.
|