(Mt 8,28-34): En aquel tiempo, Jesús al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.
Por una parte lo reciben con gozo y entusiasmo, pero por otro lado le ruegan se retire de su lugar. Por una parte les libera del mal, pero por otra parte sienten como si algo suyo, material, se les tuviera que quitar para dar otro bien espiritual. Algo de contradicción hay en las reacciones que se suscita leyendo este texto del Evangelio. Como contradicciones existen en nuestro obrar y ser de cada día, pues algo de contradictorios llevamos en nuestro interior cuando queriendo estar en un sitio no estamos, queriendo ir no vamos, queriendo comportarnos de determinada manera lo hacemos de otra.
De alguna forma nos recuerda aquella plegaria que nuestra amiga Ninfa Duarte nos hizo llegar en su momento:
¿Quién soy yo para no perdonar?
(de Lecturas de reflexión)RPJ
Esta plegaria fue hallada en el campo de concentración de Ravensbruck, se encontró garabateada en un papel de estraza, al lado del cadáver de un niño. En ese lugar perdieron la vida 92,000 personas, entre mujeres y niños.
"Acuérdate, Señor, no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino también de los de mala voluntad. No recuerdes tan sólo todo el sufrimiento que nos han causado; recuerda también los frutos que hemos dado gracias a ese sufrimiento: la camaradería, la lealtad, la humildad, el valor, la generosidad y la grandeza de ánimo que todo ello ha conseguido inspirar.
Y cuando los llames a ellos a juicio, haz que todos esos frutos que hemos dado sirvan para su recompensa y su perdón".
Una vez más, la vida, la Palabra, la reflexión nos recuerdan que las cosas no se diferencian de forma tan sencilla en blanco y negro, en lo bueno por un lado y lo malo por otro.
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