(Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Nos enseña dirigirnos a Dios con una oración que tiene un gran contenido social y nada individual. “Padre NUESTRO”, ni tuyo ni mío, ni de los dos, de todos y de cada uno, del que conocemos y del que desconocemos, del vecino y del que vive dos kilómetros distante, del pobre y del rico, del que sabe y del ignorante, del que nació en nuestro país y del que nos visita como turista o viene para buscarse el pan, del obrero y del empresario, del que tiene esta ideología y color y del que tiene otra diferente, del blanco y del negro, del creyente y del no creyente, de hombres y mujeres, de ancianos y niños, de la gente que vive en paz y de los que están en países en guerra, de los que podemos vivir con seguridad y libertad en nuestro país y de los que no y tienen que refugiarse en otros y así sucesivamente. A todos estamos introduciendo en nuestra oración cuando le llamamos Padre Nuestro.
Y por eso no pedimos el pan que me hace falta para vivir cada día, sino el pan nuestro de cada día, para los que vivimos en Europa y para los niños que en Africa por regla general no tienen la suerte de llegar a los cinco años, para los que tenemos trabajo y para los que no, para los que tienen padrinos y para los que no. Pedimos el pan para todos, porque también deseamos que a todos “venga a nosotros tu Reino”, que sabemos lo es de libertad, perdón, justicia, amor, fraternidad, igualdad, prudencia y saber estar.
Para nada algo individual. Tener conciencia de ello cada día cuando lo rezamos nos puede ayudar en la convivencia de cada día, descubriendo así que si es Padre nuestro en consecuencia todos somos hermanos.
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