(Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».
El Evangelio y la persona de Jesús son precursores de muchas de las buenas causas que se han ido desarrollando en nuestra sociedad en los últimos años de nuestra historia. Una de ellas, la no violencia. La causa de Gandhi y de gente como el Dalai Lama. Educar en el diálogo, en la tolerancia, en el respeto a las diferencias, solucionar los conflictos mediando unos con otros sin violencias, sin guerras, sin difamaciones, sin insultos. Aceptándonos como somos y cambiando lo que de negativo pueda haber en nuestra conducta. Y como negativo todo lo que suene a violencia. Pues con violencia, nos recordaba el Dalai Lama a raíz de los conflictos del Tibet, puedes solucionar un conflicto concreto, pero siembras la semilla para generar otro problema.
Por eso Jesús hoy rompe con la vieja doctrina del “ojo por ojo y diente por diente”. ¿Vieja? No tanto, aún en muchos países se sigue imponiendo. No hablamos de los países subdesarrollados e incultos, sino también y sobre todo de aquellos defensores de la libertad. Las últimas guerras habidas en nuestro mundo, patrocinadas por los adalides de la libertad, han respondido a ese viejo principio del ojo por ojo y diente por diente, del si tu me mataste a miles yo te mataré a cientos de miles. Una espiral que enroscada en si misma no se acaba sino que cada día se hace más grande. Jesús hoy frente a todas estas cosas nos presenta la cara de la no violencia.
El perdón, la ruptura de la venganza, la verdad, la reivindicación y defensa de los derechos de las personas, la mansedumbre, la paz siguen siendo los nuevos nombres que sustituyen al rencor y al ojo por ojo.
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