(Mc 12,13-17): En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?».
Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.
Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Se lo deja bien claro. Pero no les envía contra el César. Estar más o menos de acuerdo con su política será cuestión de cada cual. La idea del Maestro en este texto aparece como una enseñanza clara a no mezclar las cosas. Diferente será la forma que tengamos de actuar: dondequiera que estemos debemos hacerlo intentando poner en ejecución los valores del Reino de Dios que nos enseña su Palabra y que Pablo, el apóstol, nos explicita en una gran lista en una de sus cartas.
Hay deberes cívicos y deberes para con Dios. No se contraponen. Cada uno tiene su ámbito. Ser buenos ciudadanos es importante, ser los mejores es uno de nuestros deberes. Y eso significa contribuir a la mejora de nuestra sociedad para que las personas y los pueblos podamos vivir siendo iguales y libres, que es lo mismo que decir en hermandad. Cuando aportamos nuestro grano de arena en la comunidad de vecinos, en el centro cultural o en el deportivo; cuando acogemos, ayudamos, promovemos, damos clases a los inmigrantes; cuando pagamos los impuestos o respetamos las leyes de tráfico estamos colaborando en la construcción de una sociedad, donde cabemos todos, los que creemos en Jesús y los que no. Somos sal del mundo y fermento de la sociedad pero no para hacerla a nuestra manera, sino para que todos y todas podamos vivir cómodamente, sin sentirnos acomplejados por nada, y sin sentirnos obligados a ir contra nuestras conciencias, por eso al César lo que es del César, y que legisle para bien de todas las personas, grupos e ideologías sin llevar a que éstos nos peleemos entre nosotros mismos. Una lección importantísima hoy para ideologías y grupos, para instituciones de uno y otro signo, tanto civiles como religiosas, buscando lo que nos une, que siempre es mucho más, que lo que nos separa, la mayoría de las cuales son solo diferencias que nos complementan y que debemos respetar: nosotros a los otros, los otros a nosotros.
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