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30 de Mayo, 2008


Vengan a Mi los que están cansados

 (Mt 11,25-30):  En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

 

Cansancio, agobios, angustias, tristezas, desalientos, sentirse solo, no tener ganas de hacer nada y un largo repertorio de cosas similares son situaciones por las que en ocasiones pasamos, y todas ellas requieren una terapia de silencio, de asumir, de un poco de reflexión, de que el aire fresco nos dé en la cara y podamos afrontarlas con entereza. Y si además somos creyentes, Jesús también nos dice que en ese silencio buscando respuesta o recobrando el ánimo volvamos la vista a El y que estando fatigados o sobrecargados vayamos hacia El que encontraremos descanso. No son palabras dichas sin más. Son palabras para escuchar y para que las vivamos.

 

A veces en las cosas pequeñas encontramos muchas soluciones. Cuantas veces en los agobios o tristezas, nos hemos encontrado con la sonrisa de aquel niño en el bus, o en casa, o en el parque que nos ha disipado y nos ha hecho que cambiemos el rostro. Y cambiándolo por fuera, de repente se ha producido en nosotros un cambio interior. Somos así, y todo nos influye. También el encuentro personal con Jesús, bien leyendo su Palabra, bien intentando escucharlo en nuestro interior haciendo silencio en medio del ruido que nos rodea. Se trata de que en medio de todo lo que hacemos y nos cansa u oprime, encontremos lo que somos.

 

“Yo les haré descansar”. Es para agradecerlo. Gracias, pues, Señor, porque nos recuerdas que contamos contigo. Porque también nos recuerdas cómo hemos de ser para los demás el descanso que puedan necesitar, siendo así el eco de tu paso entre nosotros. Ayúdanos a saber tomar tu yugo, para que los otros yugos que nos oprimen podamos no solo liberarnos de ellos sino llevar liberación a otros. Porque tu yugo sí que vale, es suave y ligero.

 

Por María Consuelo Mas y Armando Quintana - 30 de Mayo, 2008, 11:51, Categoría: Comentarios al Evangelio
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