(Jn 14,15-21): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros. No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis. Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él».
No les dejaré huérfanos, yo vivo y ustedes también vivirán. Siempre acompañándonos, siempre a nuestro lado. Como las familias grandes de hoy en día, los que viven en casas grandes, o en apartamentos o duplex de dos pisos, y hay niños pequeños, en esos casos muchos padres tienen un aparato mecánico que llevan consigo y les facilita ver los movimientos del niño pequeño que han dejado en una habitación o escuchar si llora estando solo y acudir pronto a su ayuda. Mucho más pronto que esos avances técnicos, Jesús, buscando el mismo objetivo que los padres cual es de ayudar a sus hijos y que nada malo les pase, nos dejó su Espíritu: yo pediré al Padre y les dejará con ustedes, para que no estén solos, al Espíritu de la verdad.
Son palabras de aliento y de confianza para que nunca nos sintamos solos en nuestra tarea de cada día. Son motivos para sentirse uno contento y agradecido, sabiendo que la misión es difícil pero no imposible, pues andamos por la vida bien acompañados. No cabe el pesimismo de preguntarnos, ante situaciones difíciles, dónde está Dios ahora. No nos ha dejado abandonados. El Espíritu es como la linterna que nos hace caminar con soltura por lugares desconocidos y oscuros. Siempre, de día y de noche, o sea en la alegría y en la tristeza. Aunque no nos demos cuenta. Como el aparatito técnico ante los hijos de que hablábamos al principio, en plan de ejemplo. Siempre. Lo prometió, y lo prometido es cumplimiento para el Maestro. Hoy, pues, nuestro sentimiento más profundo es: Gracias, Señor, por no dejarnos solos
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