(Jn 15,9-11): “En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado».
No solo habrá contradicciones interiores, como nos ha dicho en alguna ocasión, sino que, sobre todo estas cosas nos las ha dicho para que su gozo esté en nosotros y nuestro gozo sea completo. Seguimiento, opción personal, esfuerzo, vencimiento, lucha interior pero con un resultado que merece la pena: alegría desbordante.
Y alegría interior, como una virtud, como algo estimable, como algo a alcanzar. Porque la alegría interior también debe estar presente cuando vemos sufrir a los que queremos y no podemos aliviarle su sufrimiento, cuando nos sentimos pobres para ayudar, cuando leemos cada mañana en los periódicos tragedias en las familias y en distintos países, cuando conocemos injusticias que se comenten con los indefensos.
No es, claro está, la alegría de las grandes carcajadas, ni la alegría bullanguera de las fiestas. Nos habla de una alegría que es compatible con el dolor y sufrimiento normal de la vida, de la alegría de saberse amado, de la que nos llena el alma cuando estamos en actitud de intentar hacer el bien. Es una alegría serena y tranquila que nace del interior de la persona, de saberse uno sentir en coherencia de acción con lo que se piensa y mueve a cada uno.
Como dice José Antonio Pagola: “Una cosa es muy clara para el evangelista. El mundo no va a poder «ver» ni «conocer» la verdad que se esconde en Jesús. Para muchos, Jesús habrá pasado por este mundo como si nada hubiera ocurrido; no dejará rastro alguno en sus vidas. Se necesitan unos ojos nuevos. Sólo quienes lo aman podrán experimentar que Jesús está vivo y hace vivir.
Jesús es la única persona que merece ser amada de manera absoluta. Quien lo ama así, no puede pensar en él como si fuera alguien que pertenece al pasado. Su vida no es un recuerdo. El que ama a Jesús vive sus palabras, «guarda sus mandamientos», se va «llenando» de Jesús.” Y por eso su alegría será rebozada.
|