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18 de Febrero, 2008


Sean compasivos

(Lc 6,36-38):  En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

Tener compasión de los demás, no somos jueces de nadie, hay que aprender a perdonar, debemos ser generosos. Si así somos, así también lo serán con nosotros. Cinco máximas en tan poco espacio. Condensadas casi en lo de “sean compasivos”; lo cual no es que los otros nos den pena, sino padecer con los demás.

 

Sabe el Maestro qué rápidos somos en calificar a los demás, en encasillarles según nuestro criterio que, en ocasiones, lo hacemos al primer golpe de vista. Ver cómo viste, cómo opina con un criterio diferente al nuestro, conocer sus amistades que nos parecen indeseables, saber donde vive, en qué trabaja, qué lugares frecuenta, son motivos o hechos para juzgarle definitivamente en nuestro interior, calificándole a nuestro modo, por la apariencia externa o por la disonancia con nuestro modo de estar, vestir u opinar. Si eso lo hacen con nosotros nos parece injusto. Y recordamos enseguida lo del “no juzguen, si no quieren ser juzgados”.

 

Nos insiste también en perdonar y en saber dar, en la generosidad, en el amor, en la entrega de nosotros mismos, y sin esperar nada a cambio, sin que el otro se entere, sin que se note. Dar en trocitos la propia vida, en compañía, en tiempo, en comprensión, en defensa de lo justo. Y, cierto, con la misma medida que empleemos con los demás seremos medidos nosotros.

 

Y todo ello se resume como empieza el texto: Sean compasivos. Es decir tengamos la capacidad de sentirnos próximos al dolor de los demás y la voluntad de aliviar sus sufrimientos y males, llevando a la práctica lo que nos proponemos, pues la verdadera compasión sería luchar para que los demás estén libres de sufrimiento, y la felicidad viva en y con todas las personas.

Por María Consuelo Mas y Armando Quintana - 18 de Febrero, 2008, 13:06, Categoría: Comentarios al Evangelio
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