(Mt 9,14-15): En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán».
Comenzando la Cuaresma, el texto evangélico viene a recordarnos que no tiene por que ser este un tiempo triste, difícil, oscuro. Pues cuando hablamos de ayuno y penitencia, parece ser éste el tono que queremos darle. Isaías, el profeta, nos recuerda que el ayuno agradable a Dios es abrir las prisiones injustas, repartir el pan con el que no lo tiene, vestir al desnudo. Y Pablo, el apóstol, nos recuerda que “Dios ama al que da con alegría”. Y Jesús da mayor énfasis: estamos en una boda, el novio está con nosotros, es una fiesta. Fuera, pues, las caras largas y tristes. Nos estamos preparando para resucitar y dar vida al hombre nuevo.
Así pues, Señor y Padre nuestro: Gracias por el regalo de la Cuaresma.
No nos dejes caer en la tentación de malgastar
esta nueva oportunidad que nos brindas.
Que nuestro ayuno sea un NO rotundo al consumismo
y un SI de corazón a la solidaridad con los pobres.
Que nuestros sacrificios sirvan de ayuda a los necesitados
y de alivio a los que sufren.
Que las procesiones no desfilen sólo por las calles,
sino que vayan por dentro y acaben con el egoísmo,
la mentira y la indiferencia.
Queremos estar siempre Contigo, siempre en contacto,
siempre abiertos a la conversión, para escucharte en todo momento y en todo instante decirte que cuentes con nosotros.
Con tu ayuda, hoy, queremos comenzar de nuevo
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