(Mt 4,12-23): Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido». Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado».
Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres». Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Gran parte de este texto lo hemos comentado ya el pasado siete de Enero. Si vas al blog “Buscando la luz”, lo encontrarás en ese día, donde insistíamos en la lucha contra el mal, contra la enfermedad, como uno de los signos mas indicativos de la presencia del Reino de Dios entre nosotros.
Hoy el texto le da otra vertiente complementaria. Jesús llama persona por persona, sigue llamando hoy, ellos dejaron sus redes, nosotros hemos de buscar aquello que nos está enredando de alguna manera, y nos impide seguirle a tope. Sin cobardías, pero con audacia. Con prisas, pero con prudencia, pues también Jesús sabiendo que en aquellos momentos Juan había sido preso, se retira a Galilea. No por huida, sino para poder hacer su labor bien hecha, pues todavía casi no había empezado con su tarea.
Llamada general a la conversión, al cambio. Llamada insistente que se repite a lo largo del Evangelio. Llamada personal a cada uno a seguirle. Llamada que también se repite hoy. A dejar lo que nos enreda y estorbe, como decíamos. Muchas veces hemos entendido este “síganme” como algo especializado dirigido a las vocaciones sacerdotales y religiosas, y en algunos casos lo es, pero en la mayoría de las situaciones nos llama a todos y cada uno. También ahora, en este justo momento en que nosotros escribimos la reflexión, en este justo momento en que tú la estás leyendo. Deja lo que te estorba, pues nos ha dejado trabajo preparado. Nos mostró lo que El hacía, para que hagamos lo mismo y continuemos su labor. De hecho ha quedado claro quienes acudían a El: los tristes; los que necesitaban ser escuchados, comprendidos o alentados; los despreciados y marginados , entonces los leprosos, ahora igual los que tienen otro color, vienen de fuera o tienen otra religión; los olvidados, los que viven solos, los ancianos; los perseguidos, que por serlo tienen que vivir escondidos, sin ayuda; los pobres, en una palabra. Estos a quienes El se dirigía y se acercaba y tenía en cuenta de una manera especial, tienen mucho que ver con nuestro seguimiento a Jesús. No podemos seguirle si nos olvidamos de ellos. Ese seguimiento es parte también de la conversión que nos pide.
Vivimos en una sociedad diferente a la de Jesús. Una sociedad con valores enfrentados, con proyectos distintos, con organizaciones variadas. Es necesario, pues, adaptarnos a los tiempos nuevos, revisar nuestros enfoques y referencias, nuestras maneras de estar presentes en la sociedad. Hace poco el mismo Evangelio nos lo recordaba: expresarnos con esa sed y con esa ansia de buscar vino nuevo en odres viejos que ya no sirven. Hemos de vivir la fiesta de la vida que nos toca en esta sociedad, sin lamentos, llantos o tristezas. Porque creemos en Alguien que la vivió en plenitud. Seguirle a El hoy no es encerrarnos en casa, o ir al templo todos los días mas tiempo. Hemos de saber afrontar los retos de nuestro tiempo, y con libertad personal, intentar resolverlos. Buscar aquellas cosas, cada uno debe descubrirlas en sus lugares, sus culturas, sus labores, que construyen los elementos de nuestra identidad cristiana para seguir la causa de Jesús con otras perspectivas, métodos y maneras. Los criterios de fondo están claros, las maneras de expresarlo y los métodos a seguir pueden variar y cada uno, en sus grupos o comunidades, debemos buscarlos.
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