(Mc 16,15-18): En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
Les envía a anunciar la Buena Nueva no a todas las personas, sino a toda la creación. Lo cual quiere decir que el Evangelio y, consiguientemente la acción de los cristianos, tiene que ver no solo con el cambio de las personas sino también con el cambio de la sociedad, del mundo, del medio ambiente … Y todos los signos que les acompañarán en su quehacer tienen que ver con acciones que transforman las realidades personales y sociales.
No será una cosa mágica y automática. Requerirá la disposición de las personas para el cambio. Por eso “el que crea y se bautice, se salvará”. Nunca mejor recordarlo que un día como hoy que se celebra la conversión de Saulo de Tarso. De perseguidor de la causa, se convertirá en Pablo, el apóstol, anunciador y luchador a favor de la causa. Se hizo testigo de la verdad y defensor de Jesucristo.
En unos y otros, en los apóstoles iniciales, en Pablo, en nosotros hoy las condiciones siguen iguales: conocemos a Jesús, vamos entendiendo poco a poco su mensaje, sentimos en nuestro interior el fuego que al tiempo que nos atrae a El nos impulsa a los demás, y queremos contagiar a nuestro lado con nuestras buenas maneras y nuestro correcto sentir. Desde la experiencia del encuentro con el Maestro, nos lanzamos a proclamar lo bien que se vive a su lado.
Y si bien en las relaciones personales tenemos las cosas más claras, en nuestra relación social y con la sociedad o con los ambientes donde vivimos unos cuantos criterios asumidos por los movimientos cristianos desde hace tiempo nos pueden servir de referencia. Un primer paso es saber VER, analizar la realidad, conocerla, saber lo que pasa –dicen los entendidos, aunque no sea nuestro caso, que el conocimiento da el poder-. Un segundo paso es intentar JUZGAR, intentar comprender por qué pasan esas cosas, por qué se dan esas situaciones en la sociedad, no quedándonos en la superficie ni tampoco en lo que escuchamos en un medio de comunicación que muy posiblemente puede ser diferente a lo que nos dice el otro; y en ese JUZGAR tendremos, desde nuestras convicciones, que ver las causas también desde el Evangelio, intentar reflexionar qué opina Jesús o cómo se situaba ante hechos similares. Y un tercer paso es ACTUAR, plantearnos qué podemos hacer, qué pasito podríamos dar, con quién podríamos contar. Y todo eso es un proceso de evangelización de nuestros ambientes, porque en la medida en que la organización social se va conformando más a los criterios del Evangelio, mejor anunciado quedará éste, aunque explícitamente ni siquiera lo hayamos mencionado. Tendremos ocasión siempre cuando tengamos que explicar los motivos de nuestra esperanza y de nuestro trabajo constante.
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