(Mc 2,13-17): En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a Él, y Él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?». Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
Llama persona a persona, son personales sus elecciones, y elige a los que menos fama tienen, a los que la sociedad considera como pecadores. Por eso se extrañan los que habían hecho de la religión un lugar de apariencias y de formalidades. Jesús huye de eso, ayer y hoy, pues también en la actualidad pecamos de muchas formalidades, o, siendo convenientes en algunas ocasiones, las damos por esenciales. Y eso, lo externo, lo ritual, lo que aparece, la vestimenta no es lo importante. Y por entrar en lo que la gente vive participa también de aquella cena fastuosa que le ofrece Leví. Eso sí, no se queda simplemente con aprovechar la cena, sino que utiliza cualquier sitio o medio para dejar clara su postura: “no he venido por los justos, sino por los pecadores”. Sin embargo, deja que los justos, o en este caso los que se creen así y presumen de ello, se le acerquen. Igual se les pega algo bueno. Aunque los invitados más importantes, y de eso es lo que hace notar el texto son los publicanos y pecadores, aquellos que en el ambiente judío eran personas despreciadas, impuras, pecadoras, y de las que había que alejarse, porque eran unos marginados que contaminaban. No resulta del todo extraño esta lectura pues hoy en nuestra sociedad para muchos, incluso para los poderes establecidos, los marginados siguen contaminando y se realizan acciones públicas que en lugar de luchar contra la marginación y sus causas, parece que actúan contra los propios marginados.
Este acercamiento a los alejados sociales es justo uno de los retos que el Maestro nos lanza en este pasaje. Y lo hace en unos momentos históricos en los que nuestra sociedad organizada, de la que cada uno de nosotros formamos parte, desterramos a unos, no recibimos a otros, condenamos sin escuchar, levantamos barreras, marginamos a los que no nos gustan y nos dejamos llevar por muchos prejuicios. Jesús nos recuerda que ha venido para todos, pues todos somos iguales a los ojos de Dios, y si hay alguien privilegiado son los más débiles. La ética de Jesús es accesible a los marginados y excluidos de su época histórica, intentando la integración de los mismos en aquella sociedad, y de hecho la respuesta de estos sectores al mensaje de Jesús fue mas positiva y activa que la de los sectores acomodados y de aquellos que se consideraban a si mismos como religiosos.
Por último conviene destacar, aunque solo sea mencionándolo, que Leví, o sea Mateo, deja muchas cosas. Deja, sobre todo, sus negocios como recaudador que le dejaban pingües beneficios. Elementos todos ellos que nos pueden venir bien para nuestra reflexión personal y nuestro compromiso en los ambientes donde estamos insertados.
|