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Los santos inocentes, de ayer y de hoy

(Mt 2,13-18):  Después que los magos se retiraron, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».

 

Sin pensárselo un momento. Tomó al niño y a su madre y salieron, con lo puesto, huyendo a Egipto. Allí en Judea estaban siendo perseguidos, su vida y su integridad física corrían peligro. Le perseguían por lo que significaba, por las opciones, ideas y acciones que podía realizar contrarias al régimen de Herodes. Son los primeros refugiados políticos. Hoy millones de personas sufren este problema. También han de salir con lo puesto, huyendo de la guerra, de las opciones políticas dictatoriales, por pertenecer a un sindicato libre, del hambre, de los desastres medio ambientales. Lo recordaba el Papa recientemente en su mensaje de Navidad mostrando su preocupación por los refugiados en el mundo. Tienen derecho a ello. El art 15 de la Declaración Universal de los Derechos humanos así lo confirma. Egipto fue el primer país que dio asilo, en este caso a José, María y a su hijo Jesús. En España cada vez ponen más dificultades para pedirlo, los devuelven a su país antes de escucharles, y cuando lo hacen no llega al 4% aquellos que consiguen la protección internacional en nuestro país o en Europa por sentirse perseguidos, con el consiguiente problema de que al ser devueltos a su país de origen correrían la suerte de caer bajo las garras de los nuevos Herodes que en el mundo siguen habiendo. En su mensaje navideño, Benedicto XVI denunciaba esa situación: el hecho de que cada vez hay más inmigrantes, refugiados y deportados víctimas de las guerras, las tensiones étnicas y el terrorismo, pero también debido a calamidades naturales, muchas de ellas consecuencias de preocupantes desequilibrios ambientales.

 

Las dictaduras, las ideas fanáticas, las ambiciones de poder son así. Degüellan a quienes les salen al paso con tal de salir ellos adelante o quedarse arriba. Cientos de millones de inocentes han quedado en la cuneta. En los tiempos en que nace Jesús un clamor de llanto y lamento se oyó en aquel pueblo, eran las madres que lloraban a sus hijos, era el Herodes de entonces matando a inocentes, eran niños que, desde su niñez, se convirtieron en mártires y testigos, recordando hoy sangrantemente a la humanidad que no fueron los primeros ni han sido los últimos. Hoy sigue siendo día de ellos, de los Santos Inocentes, “es decir, de los niños esclavos, de los hambrientos, de los parados, de los inmigrantes, de os que sufren las guerras, de los niños callejeros, de los explotados, de los no nacidos. ¡Si….¡, de todos los niños” (S. Díaz), que además no viven en otro planeta, sino en el nuestro, en el mismo que habitamos cada día.

Por María Consuelo Mas y Armando Quintana - 28 de Diciembre, 2007, 10:33, Categoría: Comentarios al Evangelio
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