(Mt 18,12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños».
¿Alguien ha cometido un fallo entre nosotros, se ha perdido de la pertenencia a los ideales que profesamos juntos, se ha equivocado, está, hablando un poco fuerte, descarriado? Pues habrá que buscarlo. No preocuparnos mucho de los que andamos mas o menos bien, e ir solícitamente a por el que está algo más perdido. De una u otra forma, con el simil de las ovejas, es lo que nos viene a decir Jesús. Eso sí, si a pesar de los intentos y esfuerzos, no quiere volver con las actitudes necesarias e imprescindibles, pues tampoco se le puede forzar. No se suele contradecir Jesús. Dice las cosas de muchas maneras, pero todas van al mismo camino. Algo similar nos advirtió cuando nos dio unas normas sobre la corrección fraterna. ¿Lo recordamos?
Lo que aparece claro es que El quiere que a todos llegue la oportunidad de la salvación, y no quiere que ninguno se pierda.
Tanto es así que con frecuencia se nos representa la imagen de Jesús llevando sobre sus hombros a la oveja que había perdido el rumbo. Es una parábola, no más. Pero tampoco menos. Así nos ama El, así nos ha buscado en múltiples ocasiones, así nos ha sacado de entre zarzas y nos ha vuelto a llevar donde estaban las otras noventa y nueve. Casi ni nos hemos dado cuenta porque el cariño recibido por los hermanos ha hecho que sigamos adelante en el camino trazado. Es también la función de la comunidad cristiana, arrastrar a la gente herida o perdida. También de la sociedad, pues está compuesta de seres humanos, iguales todos en dignidad. Ayer justamente recordábamos esta máxima con el 59 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Lo fácil es animar y acompañar al que es amigo, al que sabemos nos escucha con agrado. Lo difícil es con las otras categorías de personas, con las de otra condición, sexo, raza, religión y más diferencias. Y es que, siendo diferentes, todos somos iguales.
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