(Lc 21,5-11): En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».
Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».
¿Cuántos anuncios hemos recibido de los días que faltan para que acabe el mundo? Es raro el año que no aparece algún agorero vaticinándonos el final de los tiempos. Ya nos lo advirtió Jesús. Aunque hay señales que El nos aporta que aparecen ya desde hace mucho tiempo en la historia y realidad actual de nuestra humanidad. Cosas espantosas están ocurriendo todos los días. Sin embargo, sigue vigente aquello de “como ladrón que no avisa”, o lo de la sabiduría popular “nunca será la víspera”.
Igual lo que tenemos que subrayar hoy es lo de “el fin no es inmediato”, “estén alertas, no se dejen engañar”.
Realmente son textos difíciles de entender y más aún de comentar. Pensamos que deberíamos entenderlos como llamadas de Dios a vivir el hoy, el momento presente, poniendo en ello toda la intensidad de nuestra fe. En definitiva, somos peregrinos que vamos andando no con miedo y desilusión, sino con la esperanza bien ceñida y el horizonte de la liberación. Eso es lo único que tenemos en nuestras manos: el hoy el ahora. Una respuesta a lo que hoy está ocurriendo en nuestro pensamiento e interior, a nuestro lado en la familia y vecinos, en nuestro entorno como el trabajo o en la gran realidad de nuestro mundo y sociedad. Todavía no es el fin, es también que todavía estamos a tiempo de seguir construyendo el Reino de Dios
|