Lc 13,18-21): En aquel tiempo, Jesús decía: «¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y lo puso en su jardín, y creció hasta hacerse árbol, y las aves del cielo anidaron en sus ramas». Dijo también: «¿A qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo».
Como una semilla, como algo pequeño, como algo imperceptible. No se necesitan día a día cosas grandiosas. Lo normal y elemental de cada momento en el trabajo, en casa, con los amigos, en la vecindad o en la diversión. Y desde esas cosas pequeñas, con la actitud interior que pongamos en ellas, va creciendo el Reino. Como el grano de mostaza que termina siendo un árbol frondoso. Como la levadura que hace fermentar. El edificio siempre se construye por los cimientos, no se empieza por la torre de las catedrales. No es necesario rompernos la cabeza para pensar qué podemos hacer para construir el Reino de Dios. Esto mismo que estamos haciendo ahora, nosotros escribiendo lo reflexionado, ustedes leyéndolo y compartiéndolo con otros…, algo tan sencillo como darle a un teclado, a un reenviar, poner una dirección y de esa forma podemos construir el Reino.
Pero esa semilla que va creciendo tiene que ser regada y alimentada. Como cualquier semilla. Y, en nuestro caso, su abono ya lo conocemos: la Palabra de Dios y los Sacramentos, dentro de los cuales la Eucaristía brilla por excelencia.
El resto es cuestión de saber esperar, de contemplar la vida, dejando que Dios impulse su crecimiento, poco a poco, a su medida y a su estilo. Igual estamos esperando hacer o ver cosas espectaculares. Y no, las cosas de Dios nacen pequeñas, casi insignificantes. Todo es importante. Nada ni nadie es despreciable. Y nos equivocamos cuando valoramos las cosas y las personas de otro modo. De esta guisa, veamos a quienes dejó Jesús para que le siguieran anunciando: un grupo de hombres rudos, pobres, sin mucha cultura, un tanto cobardes…, si juzgamos por las apariencias poco iba a salir de ese grupo, y, sin embargo, creció con ellos el Reino y ha llegado a nosotros. Fueron una levadura que realmente fermentó la masa.
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