Lucas 11, 27-28: Mientras Jesús estaba hablando una mujer levantó la voz en medio de la multitud y dijo: -Feliz la que te dio a luz y te amamantó. Pero El contestó: - Felices sobre todo los que escuchan la Palabra de Dios y la practican”
Es el texto que corresponde con la festividad en España de su patrona: La Virgen del Pilar. Es tradición la que dice que la Virgen se le presentó a Santiago en carne mortal cuando el apóstol estaba triste y desanimado, pues no estaba teniendo resultados con su misión apostólica, y el abatimiento le hundía en el pesimismo y la tristeza.
La aparición de la Virgen le infundió de nuevo la ilusión, le renovó la ge y volvió la alegría a su interior. Y le dejó como regalo un pilar. ¿Símbolo de fortaleza? ¿de fe? ¿simple recuerdo de su visita. Es una tradición que se remonta a veinte siglos, y ese Pilar, hoy con mayúsculas, ha recibido tantos besos, incluidos los de los dos autores de este comentario, que han dejado señal en la piedra.
El Evangelio por otra parte nos elogia a María. Más que por ser la que amamantó a Jesús, por escuchar la Palabra de Dios y cumplirla. De esta forma y manera hoy sigue siendo para nosotros el pilar donde apoyarnos, donde descansar, sin dejar de ser nuestra madre. La de todos, y en concreto –déjennos subrayarlo hoy- los que hemos nacido y vivido en España, que celebramos hoy una fiesta nacional, bajo el aparente signo de la división política. Que María nos recuerde que todo reino dividido es síntoma de desaparición, y que no hagamos de la fiesta común lema de un grupo o ideología.
|