(Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle
Al menos Herodes, en un principio, duda y se interroga. Es una buena manera de ponerse en el camino de buscar la verdad. Otra cosa serán los métodos posteriores, sus asesores, de quienes se deja aconsejar, cuáles son sus intereses, qué es lo que primará si lo personal – más bien, lo privado- o lo colectivo. Pero como manera de comenzar, el dudar e interrogarse no está nada mal. La curiosidad puede ser un primer paso positivo si se sabe aprovechar. Y si el trasfondo de todo lo que andamos buscando está en la órbita del bien, o en la de la ambición, la mentira, el interés privado, el negocio particular.
Y buscaba verle, nos cuenta el relato evangélico. Es una buena ocasión para preguntarnos si eso es lo que seguimos buscando nosotros hoy. Y, sobre todo, para analizar si no es posible que en nuestra sociedad de hoy pueda haber mucha más gente interesada también en querer encontrarse con Jesús y conocerle; gente, que como Herodes, quiera verle y toparse con El. No lo van a poder hacer físicamente, tropezándose con El a la vuelta de una esquina en cualquier ciudad. Pero sí que podrían verle a través nuestro. Nuestras palabras, acciones, gestos, expresiones de cualquier tipo podrían ser hoy el modo y manera de que los que deseen puedan verle. Igual es bueno que lo reflexionemos.
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