Mt 23, 23-26: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
Solo se fijan en lo que aparece por fuera, lo importante no es el ser sino el tener, lucir ante los demás. Todo lo que es externo y no se corresponde con lo interno es un lucimiento desmedido que no conduce al crecimiento interior y que colabora al desenfreno de la hipocresía en nuestro mundo. Bodas, primeras comuniones, comparaciones con los vecinos, pomposas declaraciones en congresos internacionales y en asambleas continentales o mundiales de países y un largo etcétera son un ejemplo de tantas cosas que se dicen y no se hacen, que parecen ser y no lo son, que dan importancia a los melindres de las leyes y no a su espíritu, y que entran por tanto en la categoría del fariseísmo y la hipocresía que el Evangelio condena.
Porque una cosa es predicar y otra diferente dar trigo, como nos recuerda el adagio popular, por eso lo que se nos pide es coherencia entre el interior y el exterior, entre lo que se piensa y lo que se hace, entre lo que creemos y lo que practicamos, entre el ser y el obrar. Esa coherencia es justamente una de las medidas de nuestra calidad en el seguimiento de Jesús. Lo importante no es como vamos vestidos, lo fundamental no son los trapos ni los tratos, lo esencial es la verdad. Y aunque pueda parecer escandaloso el ejemplo vale más una boda por lo civil, si no hay fe por medio, que una boda por la Iglesia, y si es posible en la Catedral, porque con esa ceremonia se luce mejor el traje, tanto de los novios como de los invitados. Seguimos limpiando por fuera la copa y por dentro están llenos de codicia y desenfreno.
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