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27 de Agosto, 2007


No a las apariencias

 

Mt 23, 23-26: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!
¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.

 

 

Solo se fijan en lo que aparece por fuera, lo importante no es el ser sino el tener, lucir ante los demás. Todo lo que es externo y no se corresponde con lo interno es un lucimiento desmedido que no conduce al crecimiento interior y que colabora al desenfreno de la hipocresía en nuestro mundo. Bodas, primeras comuniones, comparaciones con los vecinos, pomposas declaraciones en congresos internacionales y en asambleas continentales o mundiales de países y un largo etcétera son un ejemplo de tantas cosas que se dicen y no se hacen, que parecen ser y no lo son, que dan importancia a los melindres de las leyes y no a su espíritu, y que entran por tanto en la categoría del fariseísmo y la hipocresía que el Evangelio condena.

 

Porque una cosa es predicar y otra diferente dar trigo, como nos recuerda el adagio popular, por eso lo que se nos pide es coherencia entre el interior y el exterior, entre lo que se piensa y lo que se hace, entre lo que creemos y lo que practicamos, entre el ser y el obrar. Esa coherencia es justamente una de las medidas de nuestra calidad en el seguimiento de Jesús. Lo importante no es como vamos vestidos, lo fundamental no son los trapos ni los tratos, lo esencial es la verdad. Y aunque pueda parecer escandaloso el ejemplo vale más una boda por lo civil, si no hay fe por medio, que una boda por la Iglesia, y si es posible en la Catedral, porque con esa ceremonia se luce mejor el traje, tanto de los novios como de los invitados. Seguimos limpiando por fuera la copa y por dentro están llenos de codicia y desenfreno.

 

Por María Consuelo Mas y Armando Quintana - 27 de Agosto, 2007, 23:07, Categoría: Comentarios al Evangelio
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Ecología interior

 

 

 

Ecología interior

 

Frei Betto

religioso dominico

 

Olvida por un minuto la polución del aire y del mar, la química que contamina la tierra y envenena los alimentos, y medita:  ¿Cómo anda tu equilibrio ecobiológico?  ¿Has dialogado con tus órganos internos?  ¿Has acariciado tu corazón?  ¿Respetas la delicadeza de tu estómago? ¿Acompañas mentalmente a tu flujo sanguíneo?

 

¿Están contaminados tus pensamientos?  ¿Son ácidas tus palabras?  ¿Agresivos tus gestos?  ¿Cuántas cloacas fétidas corren por tu alma?  ¿Cuántos escombros -pesares, ira, envidia- se amontonan en tu espíritu?

 

Examina tu mente.  ¿Está descontaminada de ambiciones desmedidas, de pereza intelectual y de intenciones inconfesables?  ¿Manchan de lodo tus pasos los caminos, dejando un rastro de tristeza y desaliento?  ¿Se intoxica tu humor de rabia y de arrogancia?  ¿Dónde están las flores de tu bienamar, los pájaros posados en tu mirada, las aguas cristalinas de tus palabras?  ¿Por qué tu temperamento hierve con frecuencia y expele tanto hollín por las chimeneas de tu intolerancia?

 

No desperdicies la vida quemando tu lengua con las manchas de tus comentarios infundados sobre la vida ajena.  Preserva tu ambiente, avanza en tu calidad de vida, purifica el espacio por donde transitas.  Limpia tus ojos de las ilusiones de poder, fama y riqueza, antes de que quedes ciego y tus pasos se desvíen del camino no señalizado de los rumbos de la ética.  Ella está llena de agujeros y puedes enterrar tu camino en uno de ellos.

 

Tú eres, como yo, un ser frágil, aunque tengas por fuertes a los semejantes que merecen tu pleitesía.  Todos estamos hechos de barro y soplo.  Finos vasos de cristal que se rompen al menor roce: una palabra descuidada, un gesto que golpea, una desconfianza que perdura.

 

Gracias al Espíritu que moldea y anima tu ser, el vaso quebrado se reconstruye, entero, si fueras capaz de amar.  Primero a ti mismo, impidiendo que tu subjetividad se ahogue en las mareas negativas.  Después a tus semejantes, ejercitando la tolerancia y el perdón, sin sacrificar nunca el respeto y la justicia.

 

Libera tu vida de tanta basura acumulada.  Tira por la ventana las cajas que guardan pesares y tantas fichas de tu contabilidad con los supuestos débitos del otro.  Vive tu día como si fuese la fecha de tu renacer a lo mejor de ti mismo, y los otros te recibirán como don de amor.

 

Practica el difícil arte del silencio.  Deslígate de las preocupaciones inútiles, de los recuerdos amargos, de las inquietudes que trascienden tu poder.  Recógete en lo más íntimo de ti mismo, sumérgete en tu océano de misterio y descubre, allá en el fondo, el Ser Vivo que da fundamento a tu identidad.  Conserva esta enseñanza: a veces es necesario cerrar los ojos para ver mejor.

 

Acoge tu vida como es: una dádiva involuntaria.  No pediste nacer, y ahora no deseas morir.  Haz de esa gratuidad una aventura amorosa.  No sufras dando valor a lo que no tiene importancia.  Trata a todos como iguales, aunque estén revestidos ilusoriamente de nobleza o se muestren realmente como seres carcomidos por la miseria.

 

Haz de la justicia tu modo de ser y no te avergüences nunca de tu pobreza, de tu falta de conocimientos o de poder.  Nadie es más culto que otro.  Lo que existen son culturas distintas y socialmente complementarias.  ¿Qué sería del erudito sin el arte culinaria de la cocinera analfabeta?  Tu riqueza y tu poder residen en tu moral y dignidad, que no tiene precio y te atraen aprecio.

 

Pero ármate de indignación y de esperanza.  Lucha para que todos los caminos sean aplanados, hasta que la especie humana se descubra como una sola familia, en la que todos, a pesar de las diferencias, tengan iguales derechos y oportunidades.  Y convéncete de que todos convergimos hacia Aquel que, supremo Tópico, nos impregnó de esa energía que nos permite conocer la abismal diferencia que hay entre la opresión y la liberación.

 

Convierte cada segundo de tu existir en una oración.  Y tendrás fuerza para expulsar a los vendedores del templo, para obrar milagros y diseminar la ternura como plenitud de todos los derechos humanos.

 

Aunque estés rodeado de adversidades, si preservas tu ecobiología interior serás feliz, porque tendrás en tu corazón tesoros inexpugnables.

 

Por Frei Betto - 27 de Agosto, 2007, 19:00, Categoría: Reflexiones creyentes
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