(Mt 12,46-50): En aquel tiempo, mientras Jesús estaba hablando a la muchedumbre, su madre y sus hermanos se presentaron fuera y trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte». Pero Él respondió al que se lo decía: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Su familia es importante, pero no menos que su misión. No la antepone. Le dedica su tiempo, pero en su justo momento. No es una actitud de dejadez y de abandono o descuido de su familia. Es valorar a su familia porque todos han sabido aceptar y cumplir el proyecto de Dios en la tierra y en su existencia. Por eso los pone como punto de comparación. Los que estén disponibles para seguir realizando el Reino de Dios son mi hermano, mi hermana y mi madre. Es el mejor piropo que podía echarles a los suyos. Y por otra parte da una visión amplia de la familia humana. Si alguien fue precursor de la globalización y de la ciudadanía mundial fue Jesús que antepuso el ideal de la fraternidad por encima de cualquier otro. No hay distinción entre las personas. No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombres y mujeres, todos son iguales ante los ojos de Dios. ¿No es eso lo que se está intentando hoy de nuevo desde otras perspectivas? Da lo mismo desde donde se haga, lo importante es seguir colaborando en realizarlo.
Por otra parte el mensaje nos insiste en que el secreto para ser cosa suya, de su familia es hacer el plan de Dios en la tierra. Eso lleva consigo primero conocerlo, lo cual no es complicado: lo leemos en el Evangelio, nos habla en la conciencia personal, nos habla en los acontecimientos de cada día, en las dificultades con las que nos tropezamos, en los buenos deseos que sentimos, en los propósitos que hacemos, en lo que hemos pensado leyendo aquel libro, en el email que hemos recibido y leído con atención, en las personas que caminan a nuestro lado tanto las que nos quieren como las que nos quieren menos, nos habla en la oración, nos habla en los sacramentos.
Y en segundo lugar no basta conocer su proyecto, sino que hay que realizarlo. Y esto es un poco mas difícil, hay que anteponerlo a los otros proyectos del sistema en que vivimos, lleva consigo algo de negación personal, implica en muchas ocasiones dejar nuestra comodidad personal. Pero la cuestión está en que solo los que realicen ese proyecto, cumplan su voluntad son de su familia, igual que la madre y los hermanos, con el mismo rango
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