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19 de Julio, 2007


De agobios y depresiones

(Mt 11,28-30):   En aquel tiempo, Jesús dijo: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

 

 

 

 

La realidad cruda y dura es esa: que el agobio y la fatiga están a la orden del día en los seres humanos. La vida de cada día produce estrés. Son muchos los problemas y dificultades o tropiezos a los que nos vemos obligados ir sorteando en nuestro camino. Unas veces vienen del exterior: de nuestro entorno más cercano como puede ser la familia, los amigos cuando se producen faltas de entendimiento, roces, desavenencias, incomprensiones. Otras del trabajo, donde se dan injusticias, faltas de estima, inconsideraciones, envidias, pequeñeces que de repetidas se hacen grandes y aprietan el espíritu interior de cada uno. Está también las enfermedades, la muerte, …

 

Otras veces vienen de nosotros mismos, donde también encontramos esos escollos que hacen que sostengamos una lucha interior por permanecer fieles a nuestras normas y criterios, por seguir con generosidad las llamadas interiores que implican negación y suponen verdaderas batallas.

 

Cada día la depresión, los estados de ansiedad causan más bajas laborales en el mundo del trabajo. Están a la orden del día. Y frente a ellos acudimos unas veces a la química, otras a la terapia psicológica. Y no están nada mal. Para eso son los profesionales de la medicina. Para el creyente además Jesús nos da una pequeña receta, sin compromiso y gratuita: que vayamos a El todos, sean cuales fueren nuestros cansancios y agobios, que El nos dará el descanso que necesitamos. Ahí está también la piedra de toque de nuestra condición creyente: comprobar qué significa Jesús para nosotros, en la realidad que cada momento nos toca vivir, pues no podemos nunca analizarlo ideológica o abstractamente, sino en el terreno experiencial. Porque habremos de comprobar que esos agobios y tropiezos no son una carga, sino piedras en el camino que nos permitirán, con su ayuda, experimentarlos como ligeros pues El nos hará descansar.

 

 

 

 

 

Por María Consuelo Mas y Armando Quintana - 19 de Julio, 2007, 9:35, Categoría: Comentarios al Evangelio
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