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10 de Julio, 2007


La mies es mucha

(Mt 9,32-38):  En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios».

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

 

 

 

El ritmo de vida de Jesús se repite: le acercan enfermos y gente presa del mal, les cura, unos le admiran, otros le critican. Pero El sigue incombustible con su tarea y su misión, independientemente a que otros no les pueda gustar.

 

Sigue anunciando la Buena Nueva, sigue sintiendo compasión por la gente, se da cuenta que el trabajo es inmenso, y sigue pidiendo que oremos porque la mies es mucha y los obreros pocos. Son constantes en la vida de Jesús y en su enseñanza hacia nosotros tanto para aquel tiempo como para hoy. Siente que el trabajo a hacer es todavía grande pues descubre como la gente se siente angustiados y desvalidos, como ovejas que no tienen pastor.

 

¿Sigue siendo hoy proporcional la relación entre obreros a trabajar y mies por cultivar? Jesús nos da una de las recetas o soluciones para ello en el texto de hoy.

 

Y aparte nos sigue invitando a que descubramos como El los agobios y angustias de tanta gente a nuestro lado de forma que , siguiéndole, nos sumemos a todos los que de un modo u otro luchan contra el mal, aunque por ello podamos ser mal interpretados. No es nuestra tarea curar enfermos y echar demonios, así como suena literalmente, pero sí que podemos pasar entre la gente siendo su eco, haciendo el bien, y haciéndolo sencillamente con un apretón de manos, con un saludo cordial, con una palabra oportuna, con un poquito de nuestro tiempo para escuchar, para aconsejar, para acompañar, para repartir amor y solidaridad, cada uno a su modo y donde quiera que esté. Es una de las formas también de bajar la distancia entre la mies por cultivar y los obreros que faltan. Seamos también de esos obreros

 

 

 

 

 

 

 

Por María Consuelo Mas y Armando Quintana - 10 de Julio, 2007, 12:20, Categoría: Comentarios al Evangelio
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