(Jn 21,20-25): En aquel tiempo, volviéndose Pedro vio que le seguía aquel discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?». Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme». Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga».
Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran.
Es el final del Evangelio de Juan. Cuando ya todo parecía estar dicho, concluye diciendo que hay muchas más cosas que contar de Jesús, y que son tantas que no cabrían en todos los libros que pudieren existir. Como si dijera que estuviéramos atentos a los próximos capítulos.
Y ¿realmente no es así? Se han ido repitiendo, remodelando, escribiendo, narrando múltiples capítulos más del Evangelio, vividos por las diferentes comunidades cristianas que en el mundo han sido, y entre ellas la propia nuestra. Y los capítulos que quedan, pues para eso hemos recibido la misión de ser testigos y de seguirle.
Dicho esto por Juan, el discípulo amado, en el cual hemos visto la profundidad mística de sus escritos, a través de los cuales se asoma a la divinidad de un modo nuevo, nos deja que pensar y, sobre todo, el compromiso de seguir escribiendo con nuestra experiencia de cada día el evangelio de Jesús. Pues cada uno y cada comunidad creyente tiene su propia historia, y en ella, se asoma Jesús de mil modos en nuestras vidas, para seguir siendo luz para las vidas de los demás. Unas veces, se ha hecho el encontradizo en un acontecimiento doloroso; otras le hemos visto cuando estábamos luchando por ser fieles, y no caer; en ocasiones se ha dejado ver en una amistad; alguna vez se ha valido de nosotros para hacer prodigios y le hemos encontrado siempre en el silencio de la oración.
Jesús fue el Maestro, así le llamaban sus discípulos. Lo sigue siendo, y las páginas del Evangelio de Juan, que el dice que no ha escrito, a lo mejor están siendo escritas con la mejor de la caligrafias de uno y otro continente, de uno y otro idioma. Pues, al fin de cuentas, lo que Juan y los evangelistas han hecho es narrar la propia experiencia de fe de aquellas primeras comunidades que vivieron muy de cerca el mensaje y las acciones de Jesús y nos la han transmitido. Ahora, el Evangelio se encarga siempre de recordárnoslo de muchas maneras, nos toca a nosotros.
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