(Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.
»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.
»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».
El Evangelio de hoy glosa las casi últimas palabras de Cristo. Las que pronuncia pocas horas antes de comenzar su Pasión. Son parte de su despedida, y va rindiendo sus cuentas en voz alta, al Padre, delante de aquellos que El le encomendó. Resume diciendo: "tengo acabada la obra cuya ejecución me encomendaste "
Qué suerte, Señor, poder tener conciencia de esto al terminar la carrera de la vida: haber cumplido su tarea, la que le encomendaron. Suerte haber sabido hacerlo bien, y suerte, mucha suerte para nosotros, que somos uno con El. ¡Ayúdanos, Señor, a pasar como Tú, haciendo el bien, hasta el final. todo el bien que tenemos que hacer, es decir el que Tú esperas que hagamos !:la obra que a cada uno de nosotros nos has encomendado también en nuestra familia, con los amigos y vecinos, en el barrio, en el trabajo, en la sociedad. Cada uno tiene una tarea que cumplir según el papel que tenga en la sociedad, pero nadie está exento de ello. Buen momento para que cada uno pensemos, por si se nos ha olvidado, cuál es nuestra tarea en estos momentos, nuestra misión.
Y Jesús sigue hablando con el Padre, y al hablar de los suyos, no se refiere solo a aquel grupito de amigos fieles, a sus discípulos, sino a todos aquellos, que quedando en el mundo no son del mundo porque le siguen a El, y El no es del mundo. A todos, a los que quedaban en ese momento, a los que estamos en estos momentos históricos. A todos, pues a todos nos toca ser sal que de sabor y luz que rompa las tinieblas en el sistema de este mundo.
Y esa es la hora. Muchas veces decimos: “Llegó la hora”. Lo dice Jesús también en este trozo evangélico. Es la hora, siempre toca en todos los relojes a la hora que los miremos cada uno, de cumplir nuestra misión, de realizar nuestra tarea. Su tarea, la de Jesús, fue hacer de intermediario entre el Padre y nosotros, dándolo a conocer a la humanidad. Pero llegada la hora ruega también por nosotros, para que sigamos desempeñando esa tarea, porque “ya yo no estoy en el mundo, pero ellos sí”.
Puede que hoy nos hayamos complicado queriendo expresar lo que sentimos con la lectura de este trozo evangélico. Pero entre que Juan el evangelista es un profundo teólogo y nosotros no somos expertos en estas lides, nos pasa con frecuencia. Pero lo importante, repitiéndonos, es eso: Ha llegado la hora, he cumplido la tarea. Es nuestra hora, cumplamos la nuestra .
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