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22 de Mayo, 2007


He cumplido la tarea

(Jn 17,1-11a): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.

»Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado.

»Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti».

 

El  Evangelio  de  hoy  glosa  las  casi  últimas  palabras   de  Cristo.  Las que  pronuncia  pocas  horas  antes  de  comenzar  su  Pasión.  Son  parte  de  su  despedida, y  va  rindiendo  sus  cuentas  en voz alta, al  Padre, delante   de  aquellos  que  El  le  encomendó.  Resume diciendo: "tengo acabada  la  obra  cuya  ejecución  me  encomendaste "

 

Qué  suerte,  Señor,  poder  tener conciencia de esto  al  terminar  la  carrera  de  la  vida: haber cumplido su tarea, la que le encomendaron.  Suerte  haber sabido  hacerlo  bien, y  suerte,  mucha  suerte  para  nosotros,  que  somos  uno  con  El.  ¡Ayúdanos,  Señor,  a  pasar  como  Tú,  haciendo  el bien, hasta el final. todo  el  bien  que  tenemos  que hacer, es decir el  que  Tú  esperas  que  hagamos !:la obra que a cada uno de nosotros nos has encomendado también en nuestra familia, con los amigos y vecinos, en el barrio, en el trabajo, en la sociedad. Cada uno tiene una tarea que cumplir según el papel que tenga en la sociedad, pero nadie está exento de ello. Buen momento para que cada uno pensemos, por si se nos ha olvidado, cuál es nuestra tarea en estos momentos, nuestra misión.

 

Y  Jesús  sigue  hablando  con  el  Padre, y al hablar de los suyos, no se refiere solo a aquel grupito de amigos fieles, a sus discípulos, sino   a  todos  aquellos, que quedando en el mundo no  son  del  mundo porque  le  siguen  a  El,  y  El  no  es  del  mundo. A todos, a los que quedaban en ese momento, a los que estamos en estos momentos históricos. A todos, pues a todos nos toca ser sal que de sabor y luz que rompa las tinieblas en el sistema de este mundo.

 

Y esa es la hora. Muchas veces decimos: “Llegó la hora”. Lo dice Jesús también en este trozo evangélico. Es la hora, siempre toca en todos los relojes a la hora que los miremos cada uno, de cumplir nuestra misión, de realizar nuestra tarea. Su tarea, la de Jesús, fue hacer de intermediario entre el Padre y nosotros, dándolo a conocer a la humanidad. Pero llegada la hora ruega también por nosotros, para que sigamos desempeñando esa tarea, porque “ya yo no estoy en el mundo, pero ellos sí”.

 

Puede que hoy nos hayamos complicado queriendo expresar lo que sentimos con la lectura de este trozo evangélico. Pero entre que Juan el evangelista es un profundo teólogo y nosotros no somos expertos en estas lides, nos pasa con frecuencia. Pero lo importante, repitiéndonos, es eso: Ha llegado la hora, he cumplido la tarea. Es nuestra hora, cumplamos la nuestra .

 

Por María Consuelo Mas y Armando Quintana - 22 de Mayo, 2007, 12:11, Categoría: Comentarios al Evangelio
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