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Jn 13,31-33a.34-35: Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él. Si Dios es glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
»Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros».
Así de pequeñito, con tan poquito texto, es el Evangelio de hoy. Pero nunca mejor dicho aquello de que lo que importa es la calidad, no la cantidad. Porque densidad y contenido no le falta al mensaje de hoy. Un anuncio: Jesús es glorificado. Un compromiso: amarse los unos a los otros como yo les he amado.
Y, por si hubiera duda, ¿cómo conocerán que somos cristianos?. Porque nos amamos.
Les llama “hijos”; en alguna traducción se lee “hijitos”. Les recuerda que le queda poco tiempo. Y antes de irse, les dice lo esencial: el amor a los demás.
A partir de ahora si queremos buscarle y encontrarle, será en el amor a los demás, en la fraternidad que impulsemos, en la justicia que construyamos, en la libertad que defendamos, en la igualdad entre todos que realicemos. Porque “obras son amores, y no buenas razones”, y como a andar se demuestra andando, a amar se nota por sus efectos: justicia, misericordia, igualdad, y cosas similares.
Un mensaje ya viejo, ya conocido. Pero que, hoy más que nunca, habría que decir que no está de moda en nuestra sociedad. Cada uno va a lo suyo. En la familia, en el trabajo, en los barrios, y ahora, los que estamos en períodos electorales, también en la política. Cada partido a lo suyo. Nadie construye con los otros. Ahora se pelean y después se ponen de acuerdo para repartirse el poder. Nada que ver con esto de “como Yo les he amado”. Es decir, poniéndose al servicio de los otros, lavándoles los pies a los demás.
También nosotros nos hemos acostumbrado. Corremos el peligro de escuchar este mensaje, como múltiples canciones que nos gustan y las ponemos en altavoz para deleitarnos, no cayendo en la cuenta si su mensaje es positivo o negativo para nuestras vidas.
“Como Yo les he amado”, “como a ustedes mismos”. Son las dos medidas del amor que nos ha dado en su Evangelio. Habrá que recordarlo siempre, aunque la sociedad vaya por otros caminos.
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