
Mc 16,15-20): En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien».
Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban».
El texto empieza con una llamada: “”Vayan por todo el mundo a anunciar la Buena Nueva”, y termina con una respuesta: “Ellos salieron a predicar por todas partes”. Un encargo recibido, un encargo cumplido.
Llama la atención este texto porque parece una invitación no solo al cambio de las personas, como personas individuales, sino al cambio de la creación, como estructura social, como ambientes organizados, como realidad institucionalizada.
Es una llamada a proclamar la Buena Nueva no solo a todas las personas sino a toda la creación. Y la creación es una realidad algo más amplia que las personas: medio ambiente, estructura mundial, instituciones, organización del mundo, etc… Todo está llamado a una renovación de acuerdo a los criterios del Evangelio.
Y los encargados de ir realizando este cambio somos las personas. “El que crea y se bautice se salvará”. Y le acompañarán una serie de señales que indican todas acciones en la lucha contra el mal sea donde quiere que éste estuviere.
Y así ha sido en la historia de la humanidad. “Salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban”. Es notoria la participación de la Iglesia y de innumerables cristianos en el cambio social de la historia de la humanidad. Es verdad que también institucionalmente y como personas hemos tenido fallos, sobre todo de cosas que hemos dejado de hacer. Pero no es menos cierta la contribución histórica de las comunidades cristianas en la lucha contra el mal, contra la pobreza, contra la violencia entre otras realidades enfermas de nuestro mundo.
Por último, hay otro aspecto a destacar en el texto de hoy y que debemos tener en cuenta. La respuesta de los discípulos fue positiva, ha sido positiva a lo largo de la historia, lo está siendo hoy también en muchas personas y en muchos ambientes, pero “y el Señor les ayudaba”. Por eso, si bien la tarea sigue ahí delante de nosotros por seguir realizándose no debemos tener miedo. Hay ocasiones en que nos callamos, nos quedamos parados, no actuamos, por cobardía, por comodidad, por respeto humano, por falsa humildad, pues nos hemos olvidado de algo fundamental y que el Evangelio de hoy también nos lo recuerda: contamos con la colaboración del Señor que nos ayuda en esta tarea.
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